No es el tiempo el que avanza, sino nosotros. No se trata de que hoy estoy aqui y ayer estaba allli. Se trata de haber elegido un camino y no otro. Si nos paramos a pensar, en cada AHORA, hay una posibilidad de avanzar. Tenemos varios, por no decir infinitos caminos delante de nosotros, sin embargo solo podremos seguir por uno de ellos. Ese camino, sería lo que llamamos, mañana, futuro, depende de lo largo o corto que sea. En cada momento, en cada instante, nosotros vamos eligiendo nuestro "tiempo".
Sin embargo, como diría Hebe, nos sentimos esclavos del tiempo. Nos condiciona, nos preocupa. Pero, ¿es realmente el tiempo lo que nos preocupa? ¿No podría ser que lo que nos preocupa es no saber si elegimos el camino correcto? Quizás uno no debería preguntarse si es el correcto si no asumir que es su camino, el lo eligió , seguro que en el encontrará algo interesante. Porque no se puede volver a atrás y elegir otro camino, quiero decir, se puede elegir otro camino, de hecho es lo que hacemos constantemente, pero aquel camino que comenzamos no lo podemos borrar, siempre estará ahi, quizás nos haya enseñado algo, seguramente nos ayudará a tener mas claro qué clase de camino queremos tomar. O por lo menos, que clase de camino no queremos tomar.
Quizas existan pistas o señales que nos ayuden a elegir, quizas las casualidades solo nos intenten orientar, quizás solo pretenden hacernos abrir bien los ojos. O quizas solo sea que quiero creer en ellas...
1 comentario:
El tiempo se ha apoderado de nosotros, es una de las consecuencias de la sociedad, de la razón. Eres niño y no tienes noción del tiempo, todo es inocencia encarnada en la no inhibición. Eres libre, vuelas sin preocuparte ni a dónde ni hasta cuándo. Pero creces y tu mundo no tiene cabida en lo nuevo que se te muestra, en lo nuevo que vas interiorizando. Es naturaleza, no puedes luchar contra ella, o nunca encajarás, te convertirás en un loco. La madurez te ofrece un nuevo paradigma, donde tus instintos se vuelven difusos y ahora sólo piensas y piensas y empiezas a plantearte las consecuencias, dejas de hacer lo que tu corazón y tu individualismo necesita y entonces empiezas a plantearte el tiempo, como el represor de tu felicidad. Siempre dices tengo tiempo... toda una vida... pero ahora empiezas a ser consciente de que nunca sabes cuándo es el final de ella y eso te produce inquietud que desemboca en frustración.
Los momentos cuentan, es lo único que tenemos, pero desenvuelven en un escenario temporal, aunque cuando los vivimos no nos lo parece. Se convierten en el obsequio de la recreación, la energía que evoca sonrisas y ganas de vivir.
Nuestras metas, aspiraciones son las que convierten el tiempo en nuestro enemigo... nos recuerda constantemente que no se detiene, ¡cual agobiante llega a resultar!
Por supuesto que todo esto tan sólo es el veneno de nuestra vitalidad, pero forma parte de nosotros, luchar contra ello es luchar contra nosotros. Nos pasamos la vida investigando cuál es la receta de la felicidad, hablamos sobre ella, dedicamos horas y horas a su reflexión, pero de lo que no nos damos cuenta es que la receta es no hacer una. Sólo seguir tus impulsos. Probar lo que la vida te da a ti, no lo que le dio a otro, cada uno la saborea de formas distintas en función de aquellas partes que han estado intactas por el veneno. Son ellas las que viven y dejan vivir.
Reitero en alto que tengo miedo, estoy aterrorizada por lo que mis miedos no me dejan hacer, no es el tiempo verdaderamente lo que me preocupa, es el echo de: "el no cambio".
Ya me encuentro en un camino, desde que nací lo tomé y he ido creciendo en él, mirando a mi alrededor, aprendiendo y engañándome con él. Pero ese camino no está definido, es un crisol de todo lo que representas, todo lo bueno y todo lo malo, lo malo te hace caer y lo bueno te enseña la luz del sol... a veces ese camino resulta completamente distinto al de hace un momento. No es el camino el que hay que cambiar sino nuestra forma de verlo.
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